Si algo de bueno tiene el hecho de tener que mirar y remirar cada céntimo que dejamos salir de la cartera es que nos hemos vuelto todos más inteligentes. No nos engañemos: a pesar de su forma y de su textura; a pesar de lo que diga la medicina, la ciencia y los científicos, el cerebro es un músculo y, como tal, puede ejercitarse.
El ejercicio al que la crisis ha obligado a nuestras mentes es el del discernimiento: alguien definió la economía como la ciencia de la elección (“con el dinero del que dispongo puedo pagar esto, pero no lo otro: debo elegir qué tengo y de qué prescindo”). Y en este escrito te vamos a dar la prueba de que todos nos hemos vuelto un poco más inteligentes:
Cuando llegar a la segunda quincena se hace complicado y alcanzar el fin de mes es algo similar a llegar a la luna nadando, nos vemos obligados a aligerar la carga sobre nuestra cartera: comemos, vestimos y nos recogemos bajo un techo. Todo ello si tenemos suerte o no se nos ha acabado el subsidio por desempleo, claro.
Los repuestos hacen que el mundo siga funcionando
Ocurre que, de vez en cuando, se nos estropea algo. Si podemos prescindir de ello, pues capeamos el temporal hasta que volvamos a tener dinero y, mira, por lavar los platos a mano un par de semanas no se nos van a caer los anillos, sobre todo si nos los quitamos antes de enfrentarnos al fregadero…
… Pero, ¿y si se nos estropea un electrodoméstico del que no podemos prescindir? Pocos son los que a día de hoy pueden pasar sin, digamos, una nevera. Supongamos, pues, que el frigorífico ha dicho “Hasta aquí”. A fin de mes y quedándonos 30 euros en la cuenta hasta dentro de una semana.
Seis mil quinientos idiomas para blasfemar
La primera reacción es la de entonar los Carmina Burana del Carl Orff: “O Fortuna, velut luna…” Para, acto seguido, blasfemar en unos 6.500 idiomas, incluidos klingon, sindarin, iowa, navajo y castúo. La segunda reacción, más lógica, es pararse a pensar:
Problema: estamos sin frigorífico y con la comida echándose a perder. Tres posibles soluciones: aprovechar la descomposición de los alimentos para abonar un huerto ecológico; comprarnos una nevera tras pedirle el dinero a la mafia china o a su equivalente, nuestro cuñado; o buscar cómo reparar la nevera por una cantidad razonable.
Sentido común
Descartadas las dos primeras ideas, una porque hay que esperar varios meses para poder recoger los frutos y comer y la otra porque con la mafia y los cuñados, pocas bromas, nos queda, aplicando bien la ciencia de la elección, reparar el electrodoméstico.
En este aspecto, los habitantes de Barcelona pueden considerarse afortunados, en tanto en cuanto tienen a su disposición infinidad de empresas dedicadas a los recambios y a los repuestos de electrodomésticos.
Un buen número de profesionales
Por concretar esa “infinidad” en un dato, parcial y sesgado, si tecleamos “repuestos electrodomésticos” en el directorio de Páginas Amarillas y restringimos la búsqueda a Barcelona, nos topamos con 43 resultados sólo en lo que a servicios técnicos se refiere.
De entre todos esos servicios y comercios (hay bastantes más de 43), podemos destacar uno, Recambios Ral. Con más de 40 años de experiencia en el mundo del recambio para electrodomésticos, esta empresa se encuentra ya más que consolidada y es garantía de fiabilidad para sus clientes, sean estos profesionales dedicados a reparar electrodomésticos, sean particulares que se atreven a intentarlo ellos mismos.
En todo caso, y como a día de hoy hemos de cuidarnos muy mucho de tirar nada, empresas como esta son la respuesta ineludible a muchos de los problemas que pueden surgirnos ante unas averías, por otra parte, inevitables. Es más: gracias a unos precios competitivos como los que ofrece Recambios Ral es posible que nos libremos de tener que fregar la vajilla a mano… Inteligentes que somos.