El planteamiento del relato es sencillo: regentas una empresa o un negocio de mayor o menor tamaño y quieres quedar bien, a la vez que haces publicidad. La solución es de una sencillez tramposa: tras la respuesta “regalo publicitario” se ocultan cientos (no decimos “miles” por no asustarte) de opciones, todas válidas, según el negocio que regentes y quiénes vayan a recibir el regalo.
La elección de uno u otro objeto de una página como regalopublicitario no puede quedar al azar, de ahí que hayamos terminado el párrafo anterior acotando lo que muy bien podrían ser los dos principales criterios para elegir uno u otro presente: quién lo elige y quién lo va a recibir. Desarrollamos la idea:
Una cartera, por ejemplo
Supón que has de elegir tú un regalo, tú, que regentas, digamos… una asesoría. Entras en la página que acabamos de mencionar y decides que, para tener contentos a tus clientes y empleados vas a regalarles una trompeta de estadio (las malhadadas vuvuzelas)… No, ¿verdad? Por mucho que ese invento de Belcebú lleve tu nombre impreso, le resta seriedad al negocio. Mejor, elegimos (por poner un caso) una cartera o una funda portatarjetas.
Ahora, y una vez que has pensado qué regalo vas a personalizar con tu nombre y logo para ayudar a la imagen de tu empresa, ¿quién se lo va a llevar? Reflexiona: es importante un cliente satisfecho que requiera de tus servicios una y otra vez, pero no lo es menos un empleado feliz que lo atienda bien o un nuevo usuario del que pretendemos que repita y siga trabajando con nosotros.
Comunica
Parafraseando a Paul Watzlawick, “no se puede no comunicar”, de modo que, dando por bueno que tenemos una gestoría y que vamos a regalar carteras, ¿qué decimos con cada una de ellas? Diferenciemos, pues, un tipo de monedero para el cliente habitual, al que sólo hemos de felicitar por trabajar con alguien tan serio como nosotros, tal vez con una billetera sobria, en polipiel; otro cliente es el recién adquirido, aún por fidelizar: en este caso el mensaje es “no te olvides de nosotros”, quizá mediante un monedero más llamativo.
Y no olvidemos a los trabajadores de la empresa, a los que también hay que fidelizar. Ocurre que el roce, además del cariño, desemboca en el conocimiento, de modo que el presente, en este caso, y aunque debe llevar el logo de la casa, puede muy bien elegirse conforme a los gustos más o menos genéricos de la plantilla.
En todo caso, y por resumir lo dicho, aparte de otros, los criterios para elegir un regalo de empresa deberían referirse a quién regala qué a quién. Lo dicho, de una sencillez endiablada…